El primero, “Carta a una artista inquietante”, fue escrito por el periodista Daniel Amiano y publicado por el diario porteño La Nación el 3 de noviembre de 2006. “Un artista, justamente, hace eso: ayudar a leer eso que no entendemos”, dice, en referencia a la cantante y compositora Patti Smith.
El segundo, “Manos en la historia”, fue escrito por el periodista Ariel Scher y publicado por el diario porteño Clarín el 2 de noviembre de 2006. “Siempre es una fiesta que la memoria encuentre triunfos en su duro partido contra el olvido. Siempre es una fiesta que la tierra ya no tape todo”, afirma, en relación a un libro sobre la historia del handball en la Argentina.
El tercero, “Una celebridad con ideas algo incómodas”, es un perfil muy subjetivo del escritor Mario Vargas Llosa, escrito por el periodista Marcelo A. Moreno y publicado en Clarín el 1de noviembre de 2006. “Hoy ser un liberal sin fanatismos resulta tan irredento y exótico —según los dictados estrictísimos de la moda intelectual— como que Camus predicara el anticomunismo en la posguerra, que Sartre muriera abrazado al maoísmo, que Cabrera Infante abominara a Castro o un poquito más fuera de tono aún”, dice Moreno.
El cuarto y último, “De vez en cuando la vida…”, del filósofo español Fernando Savater, fue publicado por Clarín el 30 de octubre de 2006. “... de vez en cuando lo maravilloso puede asaltarnos la vida (…)se abren las puertas que nos separan del fondo de las cosas y conectamos. Por un instante, todo parece ser como siempre debiera ser, pleno, intenso, gravemente alegre: después se desvanece poco a poco, pero nos queda el ramalazo tonificante de lo que hemos sentido durante ese momento. Y ayuda a vivir, vaya que si ayuda”, afirma Savater en esta nota que recuerda la canción homónima de Joan Manuel Serrat y que nos lleva a recordar momentos como los que él describe, en esta tarde lluviosa del 5 de noviembre de 2006 en Buenos Aires.
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Carta a una artista inquietante
Querida Patti: hay quienes aseguran que ya no se escriben cartas de amor. Dicen que esta vida es demasiado veloz y que se distrae en otras cuestiones, y que los e-mails, los mensajes de texto, los blogs, inventaron una comunicación que ya no necesita del arte epistolar. Las cartas a Gala de Paul Eluard, los desesperados escritos de Artaud a Génica, las líneas de Vincent van Gogh, quedarán por ahí como un gesto de otros tiempos; excentricidades de gente de otra época, rarezas de otro mundo, como si se pensara en andar en carreta después de ver una Ferrari.
¿Habrá que acordar, entonces, en que ya no se escriben cartas de amor? De acuerdo: ya no se escriben cartas de amor. ¿Y?
La vida será más liviana y menos comprometida. Sin embargo, vos, Patti Smith, sostenés un heroísmo desafiante, irreverente y creativo que hoy tiene sentido. Si no, ¿qué hace el artista? ¿Entretener o despertar? Despertar, claro.
No importa que te llamen "la princesa" del rock -¡justo en una música que menosprecia el rol de la mujer!- como para ubicarte en un lugar inamovible. Están Rimbaud (el despertador de conciencia) y los poetas beatniks (Allen Ginsberg, William Burroughs, que iban a tus shows y recitales de poesía en el CBGB) y los artistas que hicieron del pop un lenguaje artístico respetable, como Andy Warhol y Robert Mapplethorpe. Todos ellos son testigos de tu proeza: un nuevo lenguaje para una nueva forma de estar en el mundo. Y para inquietar.
Y ahora llegás por primera vez a Buenos Aires, una ciudad que tiene todas esas contradicciones que tanto aprendiste de Nueva York, y que, sin embargo, también es única...
Ya que hablamos de Buenos Aires, hay un tango que dice: "No habrá ninguna igual, no habrá ninguna...". Y no hay ninguna como vos en el rock. Y hay muchas, también hermosamente artísticas.
Llegás justo en un momento en el que la expresión de este tiempo (que aquí, casualmente, también es el rock) se parece a muchas otras cosas que entretienen. Pensar que hace unos días, cuando hiciste el último show del CBGB (ese lugar en el que creciste con los Ramones, Television, Talking Heads, Blondie), dijiste que las nuevas generaciones tendrán que inventar sus propios espacios para desarrollarse. Aquí no se puede. (Y ojalá a nadie se le ocurra nombrarte huésped de honor de la ciudad, como a Ricardo Arjona.)
Ya no se escriben cartas de amor. O tal vez será que nunca se sabe muy bien qué es el amor. Lo que importa es que hoy, en el Club Ciudad, vas a cantar algunas de esas canciones que inventaron un mundo posible. Y, sobre todo, posibles respuestas a todas esas situaciones a las que uno no puede acomodarse. Un artista, justamente, hace eso: ayudar a leer eso que no entendemos.
Por Daniel Amiano
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Manos en la historia
Suena coherente: en Argentina, donde demasiadas cosas quedan tapadas por la tierra de la desmemoria, hasta hace un tiempo la historia de todo un deporte dormía olvidada y entre tierras. Tierras concretas: las que se acumularon como capas y como mugres a través de las décadas, en un cuartito de 2 por 2, lleno de biblioratos y de carpetas abandonadas. El handball, que se juega de manera federada en el país hace 85 años y que, por consiguiente, es una porción de la existencia de miles y miles de personas, funcionaba así como una colección de recuerdos sueltos, condenados, más rápido o más despacio, a la falta de registro, o sea al vacío. No pasa siempre pero esta vez pasó: alguien juntó pasión y fuerza, golpeó las puertas del cuartito, hizo lo mismo con las puertas de la historia y sopló hasta quitar el peso de la tierra. Ahora la historia del handball, una historia de la gente, está recuperada.
El que golpeó y sopló fue Juan Carlos Rennis, docente, cronista, director de la escuela del Círculo de Periodistas Deportivos, una respiración alrededor del handball. Lo que consiguió fue De mano en mano, un libro flamante que recorre montones de existencias individuales y sociales, lo que significa que recorre un poco de los pasados y de las vidas argentinas a partir de una actividad deportiva. No se trata sólo de un libro de handball (que lo es) ni sólo de un libro de historia (que también lo es), sino del testimonio de que cada segundo del presente y del futuro de los hombres surge de lo que antes armaron y desarmaron otros hombres.
Acaso porque el deporte tiene que ver con las emociones y acaso porque la historia también, De mano en mano es una construcción que conmueve. Rennis revisó con minuciosidad cajas de cartón llenas de papeles caóticos, descubrió actas ajadas que soportaron todas las mudanzas de una confederación pobre, exploró los recuerdos de personajes múltiples, explicó cómo goles y campeones brotaron de las entrañas de un país difícil y, sobre todo, sintió que era una fiesta —y así lo escribió— que la búsqueda desesperada de material lo arrimara a documentos que parecían náufragos. Ese festejo último resulta maravilloso. Siempre es una fiesta que la memoria encuentre triunfos en su duro partido contra el olvido. Siempre es una fiesta que la tierra ya no tape todo.
Por Ariel Scher
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Una celebridad con ideas algo incómodas
Acabo de leer, con atraso y felicidad, Travesuras de la niña mala, la última novela de Mario Vargas Llosa. Me dicen que no es una gran novela. Bueno, no es esa catedral que es Conversación en la catedral, ni La ciudad y los perros ni tampoco La fiesta del Chivo. Pero esta especie de thriller amoroso se transita con placentera urgencia, lo que no es poco para calificar a cualquier texto. Y en él es fácil reconocer a uno de los mayores artistas de la lengua.
Claro, no es una novedad decir que Vargas Llosa es un gran escritor. Lo que se agiganta cada vez más es su estatura —y su excentricidad social— como intelectual comprometido, una especie en vías de extinción entre nosotros en los tiempos levísimos de la posmodernidad, donde el escepticismo es norma y toda forma de esperanza, algo próximo al humor.
Convengamos que con su fama y una dilatada obra que suma profusión de títulos de narrativa, dramaturgia, ensayo y periodismo, Vargas Llosa podría reposar en una mullida celebridad sin sobresaltos, recibiendo cada tanto con gesto benévolo un título honoris causa o algún litúrgico premio internacional.
Pero no. A los 70 años, el escritor viaja a Irak para cubrir el conflicto o hace notas desde la franja de Gaza y pone su opinión en juego, en forma de columnas periodísticas, sobre los grandes temas del debate globalizado.
Encima, Vargas Llosa es políticamente incorrecto. Primero porque no deja de pensar y entonces no piensa lo que se debe— es decir, impide que la moralina le polucione el intelecto—. Segundo, porque es un liberal y tan jugado que fue candidato a presidente del Perú reivindicando la economía de mercado. Le ganó, para desdicha de tantos, Fujimori.
Pero hoy ser un liberal sin fanatismos resulta tan irredento y exótico —según los dictados estrictísimos de la moda intelectual— como que Camus predicara el anticomunismo en la posguerra, que Sartre muriera abrazado al maoísmo, que Cabrera Infante abomirada a Castro o un poquito más fuera de tono aún.
Pero a Vargas Llosa no parecen importarle estos destiempos y sigue con una obra que también disipa —lo que no es poco— a fuerza de perspicacia las inútiles fronteras entre literatura y periodismo.
Por Marcelo A. Moreno
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De vez en cuando la vida...
Me lo contaron hace años unos amigos italianos, que estuvieron de visita en San Sebastián. Tras una jornada de playa y gratos paseos, cenaron suculentamente en un asador de la parte vieja donostiarra. De repente, sobrecogedoramente, comenzaron a oír un coro que se les antojó celestial: entonaba nada menos que el "Va pensiero" de la ópera Nabucco, el clamor de los prisioneros por la libertad perdida y la nostalgia de la patria. Eran voces maravillosas, arrebatadoras, mágicas.
Es que de vez en cuando lo maravilloso puede asaltarnos la vida. Por azar, por arte, por una de esas coincidencias que embrujaban a Jung, a veces porque hemos bebido o fumado algo estupendo, se abren las puertas que nos separan del fondo de las cosas y conectamos.
Por un instante, todo parece ser como siempre debiera ser, pleno, intenso, gravemente alegre: después se desvanece poco a poco, pero nos queda el ramalazo tonificante de lo que hemos sentido durante ese momento. Y ayuda a vivir, vaya que si ayuda.
Los aficionados a los toros hablan del "pellizco": es un algo más que habilidad o arte que ponen ciertos toreros en las suertes y que transmite a los espectadores el latigazo que el alma siempre espera para lanzarse al ruedo de la vida.
Pero a quien no le gusten los toros no debe preocuparse, porque este pellizco puede conseguirse de muchas otras maneras. Salta con un verso, con una sonrisa o una caricia, al escuchar que alguien dice no o sí justo cuando y como es debido... Es un regalo precioso pero multiforme y quizá no tan raro como suele creerse.
Si no me equivoco, también las emociones que suelen llamarse religiosas con mayor propiedad pertenecen a este género: el de lo que dábamos por muerto pero no lo está y vuelve para traernos más vida.
El pellizco es la salvación momentánea, lo que nos rescata. En uno de sus majestuosos momentos inspirados dice Víctor Hugo que el tigre "lleva su piel marcada por la sombra de la jaula eterna". En esa jaula eterna estamos todos encerrados, fieras y humanos. De vez en cuando llega el pellizco, para que comprendamos por un instante que los barrotes son sólo sombras y que nuestro destino es abierto, como cuanto cubre el resplandor del sol.
Por Fernando Savater Filósofo español
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Kau Amigos es un espacio en el que comparto con mis amig@s información, reflexiones e inspiraciones. Intenta ser un espacio para dar alegría, esperanza y ganas de seguir compartiendo, justamente lo contrario que buscan los que hieren la humanidad. También procura ser un espacio para tratar de entender lo que nos pasa como país y planeta.
¿Qué busca? Ofrecer una visión del mundo, fresca y a veces un poco irreverente, siempre informada.
¿Para quiénes? Para vos, amigo/a, para celebrar la existencia de personas como vos que encuentran formas de vivir navegando entre las crisis y las cosas buenas de la vida.
¿Y qué es Kau? Kau es una palabra tehuelche, que puede significar casa, tienda, carpa: un espacio de encuentro, de comunión.
Por supuesto que tenés libertad para reenviar este material a quien lo desees. Lo único que te pido es que menciones la fuente, no la del Kau Amigos sino la del medio en el que originalmente fue publicado.
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César Dergarabedian
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