La publicación de libros (o parte de ellos) en Internet amplifica la potencial cantidad de lectores de las obras, pero abre enormes interrogantes a editores y autores; cómo la tecnología está modificando el devenir de otra industria vinculada al soporte papel. Un artículo de Motoko Rich, para The New York Times, traducido por Angela Atadía de Borghetti y publicado en la versión en Internet del diario La Nación, de Buenos Aires, el 19 de junio de 2006.
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La publicación digital, un dilema para la industria editorial
Cuando en septiembre se publique la segunda novela de Mark Z. Danielewski, "Only Revolutions" (Sólo revoluciones), incluirá cientos de notas al margen en las cuales se enumeran momentos de la historia, y que fueron sugeridas on line por los seguidores de su trabajo. Cerca de 60 de sus colaboradores ya han recibido gacetillas del borrador, y están comentándolas en un foro privado en la página personal de Danielewski: OnlyRevolutions.com .
Yochai Benkler, profesor de Derecho de la Universidad de Yale y autor del nuevo libro "The Wealth of Networks: How Social Production Transforms Markets and Freedom" (La riqueza de las redes: cómo la producción social transforma los mercados y la libertad), publicado por Yale University Press, ha ido aún más lejos: el libro entero está disponible para ser bajado, gratis de su sitio web. Entre 15.000 y 20.000 personas han accedido al libro de manera electrónica, y algunas de ellas han agregado comentarios y vínculos a la edición on line.
Benkler dijo haber considerado el proyecto como "un simple experimento sobre cómo podrían llegar a ser los libros en el futuro."Este es uno de los debates más acalorados de la actualidad en el mundo editorial, toda vez que editores y escritores deben lidiar con la capacidad de la red para conectar de manera más rápida e íntima a lectores y autores, con las nuevas tecnologías que facilitan la búsqueda electrónica de libros, y con el advenimiento de dispositivos digitales que prometen hacer con el libro lo que el iPod ha hecho con la música: volverlo fácilmente descargable y completamente portátil.
La voz de los escritores.
No es casual que los escritores hayan recibido estas noticias con una mezcla de entusiasmo y recelo. Este temor se cristalizó quizás más elocuentemente el mes último en Washington durante la "BookExpo", que es la convención anual de la industria editorial, cuando el novelista John Updike desprestigió enérgicamente la idea de un futuro digital compuesto por descargas gratuitas de libros más la mezcla y combinación de "trozos" de texto, y la calificó como una "perspectiva horrenda".
Sobrevolando la discusión de todas estas tecnologías está el miedo a que la industria editorial se vea expuesta a la misma convulsión que ha plagado la industria de la música, en donde la digitalización ha comenzado a desplazar el modelo artístico y económico tradicional del disco mediante las descargas de canciones a 99 centavos y listas de reproducción personalizadas.
Deben lidiar con la capacidad de la red para conectar a lectores y autores, con nuevas tecnologías que facilitan la búsqueda de libros, y con el advenimiento de dispositivos que prometen hacer con el libro lo que el iPod ha hecho con la música: volverlo descargable y portátil.
El total de venta de álbumes descendió un 19 por ciento desde 2001, en tanto que las ventas de discos compactos cayeron un 16 por ciento en el mismo período, según Nielsen BookScan. Las ventas de "singles" digitales treparon más de un 1.700 por ciento en tan sólo dos años. Lo que los escritores piensan sobre los desarrollos tecnológicos en el ámbito literario está íntimamente relacionado con el lugar en el que se encuentran en este momento.
En su carácter de investigadora y becaria, Anne Fadiman, autora de "The Spirit Catches You and You Fall Down" (Los Espíritus te atrapan y te caes") y de "Ex Libris: Confessions of a Common Reader" (Ex Libris: confesiones de un lector corriente), estima que una biblioteca digital que contuviera todos los libros sería un regalo del cielo para la investigación, ya que le permitiría "husmear todos los párrafos" que existen sobre un tema determinado. Pero aclara: "Eso no es lectura. Para leer, hay que leer el libro entero, y pienso que no hay nada que reemplace la apariencia, la sensación táctil y el olor del libro real, la magia del papel, cosido y pegado."
Otros tienen un concepto mucho menos rígido sobre los libros. Lisa Scottoline , con 13 obras de suspenso en su haber (la más reciente de las cuales, "Dirty Blonde" (Sucia rubia), y que además integró la lista de mejor vendidos de ficción de The New York Times durante cuatro semanas, a comienzos de esta primavera, ofrece el primer capítulo o dos capítulos de cada libro en su sitio Web; y su casa editora, HarperCollins, distribuye muestras de algunos capítulos de sus obras en las librerías. Para la autora, cualquiera de estos formatos está bien. Se trate de "papel, pasta de papel, canto dorado o edición digital, no creo que uno pueda sustraerse de las mejores historias", sostuvo.
El liberar a los libros de sus contextos físicos podría facilitar la fusión de unos con otros, un concepto destacado por Kevin Kelly en un artículo publicado el mes último en la revista de The New York Times. "Una vez que el texto se encuentra en formato digital, los libros quedan liberados de sus ataduras y se entremezclan", escribió Kelly en un artículo ridiculizado por Updike en su polémica sobre la BookExpo. "La inteligencia colectiva de una biblioteca nos permite ver cosas imposibles de ver en un único libro aislado."
"¿Esto implica que ‘Anna Karenina’ pase de mano en mano junto con el blog de mi sobrina sobre su viaje a Las Vegas?", preguntó Jane Hamilton, autora de "The Book of Ruth" (El libro de Ruth) y de "When Madeline Was Young" (Cuando Madelina era joven), una novela de próxima aparición. "Suena tremendamente aburrido." Leer libros como obras aisladas es precisamente lo que ella desea, señaló. "Cuando leo a alguien como Willa Cather, siento como si estuviera en presencia de lo divino", dijo Hamilton. "No la quiero mezclada con nadie más. Y por cierto, no deseo ir a su sitio Web".
Una biblioteca digital que contuviera todos los libros sería un regalo del cielo para la investigación, ya que le permitiría husmear todos los párrafos que existen sobre un tema determinado.
Sin embargo, para aquellos autores ignotos que luchan por captar la atención de los atareados lectores, la red ofrece un camino sin precedentes para sacarlos del anonimato. Glenn Greenwald, un abogado que fundó un blog político denominado " Unclaimed Territory " (Territorio sin dueño) hace exactamente ocho meses, fue reclutado por una fundación financiada por Working Assets, una empresa de telecomunicaciones y emisora de tarjetas de crédito, para que escribiera un libro esta primavera. Greenwald publicó la obra titulada "How Would a Patriot Act? Defending American Values from a President Run Amok" (¿Cómo actuaría un patriota? Defendiendo los valores estadounidenses frente a un presidente que está fuera de sus cabales) en su propio blog y su editor envió, por medio del correo electrónico, gacetillas a otros siete bloggers influyentes, quienes ayudaron a que trepara al puesto número 1 en Amazon.com, antes de que fuera siquiera publicado. "Creo que la gente que se encuentra de algún modo fuera de los canales institucionales y las nuevas voces que se incorporen estarán muchísimo más entusiasmadas con esta tecnología", señala Greenwald. "Éste es uno de los efectos que causa siempre la tecnología. Democratiza las cosas e incorpora nuevos lectores y nuevos autores."
El impacto de la tecnología.
Para muchos escritores, el interrogante acerca de cómo la tecnología afectará la actividad editorial inevitablemente conduce a la pregunta de cómo se remunerará a los escritores. En la actualidad, las editoriales pagan a los autores un anticipo a cuenta de derechos de autor, que por norma se devengan a razón del 15 por ciento del precio de tapa de cada ejemplar vendido.
Pero Internet torna mucho más fácil la difusión gratuita de las obras. "He tenido obras publicadas legalmente en sitios Web y aparte de eso he logrado muchos éxitos. Créanme, me siento y pienso: ‘Bueno, si gano un dólar cada vez que alguien publica una opinión que escribí, sería un escritor muy feliz’," dijo Daniel Mendelsohn , autor del libro de próxima aparición "The Lost: A Search for Six of Six Million" (Los perdidos: la búsqueda de seis entre seis millones), donde relata las memorias de su búsqueda en pos de descubrir lo ocurrido con sus familiares asesinados en el Holocausto.
Mendelsohn dice haber entendido que los sacudones tecnológicos tardan en agotarse, y que no puede lamentarse por cada centavo perdido. "Pero como autor que crea textos que la gente consume, quiero que mi autoría sea reconocida y que mi labor sea compensada", alega.
Benkler, el docente de Yale y también autor, sostiene que la gente seguirá pagando los libros si son lo suficientemente económicos. "Inclusive en el ámbito musical, el precio puede competir con lo que es gratuito", dice Benkler. "El servicio debe ser bastante superior, y se requiere una cultura moral en la cual, como un acto de respeto, si el precio es razonable, se pague. No está claro para mí por qué, si la gente está dispuesta a pagar 99 centavos por una canción, no estaría dispuesta a abonar 3 dólares por un libro."
Sin los costos del papel y de la fabricación de los libros tradicionales, los editores podrían pagar a los autores una mejor tajada sobre el precio de venta en concepto de derechos de autor.
Además, Benkler considera que, sin los costos del papel y de la fabricación de los libros tradicionales, los editores podrían pagar a los autores una mejor tajada sobre el precio de venta en concepto de derechos de autor.
En un contexto histórico, los cambios que la tecnología de hoy vaya a imponer a la sociedad literaria quizás no sean tan trascendentes como algunos creen. De hecho, los libros en sí mismos son una construcción relativamente nueva, herederos de una cultura de transmisión oral largamente instalada. Los libros de producción masiva constituyen un fenómeno aún más nuevo, posibilitado por la invención de la imprenta que probablemente dejó fuera del mercado a legiones de calígrafos y encuadernadores.
Esta sucesión histórica reconforta mucho a escritores como Vikram Chandra , cuya novela de 1.000 páginas titulada "Sacred Games" ("Juegos sagrados") se editará en enero. Chandra, un ex programador de computadoras que ya lee libros electrónicos descargados en su computadora de bolsillo, dijo que no veía objeto en resistirse a la tecnología. "Creo que las metáforas acerca de cerrar filas y defender la fortaleza están algo fuera de lugar", opina. "Los bárbaros ubicados en las puertas están a menudo interesados en negociar de alguna manera, y quienes están en el fuerte con frecuencia terminan gritando ‘somos la única cosa buena en este mundo y ustedes no lo entienden’, punto en el cual los bárbaros se encogen de hombros y derriban tus paredes con sus armas llamativamente poderosas, y convierten tu suelo sagrado en un estacionamiento".
"Y si estuvieran de muy buen humor", agrega, "montarán una pirámide de calaveras". Danielewski sostiene que el libro "de carne y hueso" perdurará mientras los autores ideen nuevas maneras de extender el formato. "Only Revolutions" ("Sólo revoluciones"), señala, sigue el derrotero de vivencias de dos personajes que se entrecruzan, contando sus historias en diferentes extremos del libro, lo que obliga a los lectores a darlo vuelta cada ocho páginas para conocer ambas historias. "Entusiasmado como estoy con la tecnología, me encuentro abocado ahora a la creación de un libro que no pueda existir on line", cuenta. "La experiencia de comenzar en cada extremo del libro y sentir la cercanía de los personajes hasta que se está justo en la mitad del libro no es algo que se pueda experimentar on line. Creo que ése es el obstáculo al que se aproxima Internet: cómo destacar aún más lo diferente y excepcional de los libros."
(fin)
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