domingo, junio 25, 2006

Elogio de la lectura: “¡Qué Dios te bendiga, lector!”

En “El tigre y la nieve”, la última película del director de cine italiano Roberto Benigni (el de “La vida es bella”, ganadora de un Oscar), cuyo estreno está previsto para septiembre de 2006 en la Argentina, la obsesión de un poeta por una mujer lo conduce a Irak, donde ésta se halla gravemente herida. El guión, escrito en colaboración con Vincenzo Cerami, parece estar repleto de citas puestas en boca de los personajes. Su publicación en Italia está prologada por el mismo Benigni. Aquí, un extracto de lo escrito por Benigni, traducido por Guillermo Pira y publicado por el diario dominical Perfil, de Buenos Aires.

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Elogio de la lectura: “¡Qué Dios te bendiga, lector!”

El Talmud comienza en la página 2 para indicarle al lector que incluso cuando haya terminado de leerlo todavía no lo habrá comenzado. Y Maquiavelo dice; hay personas que saben todo, pero esto es todo lo que saben.

¿Entonces para qué leer? Tal vez en el mundo, como en las fábulas, todavía queda alguien que hace algo de lo que nos enseñaron cuando éramos muy pequeños y que todos hemos olvidado.

¡Que Dios te bendiga, querido lector! ¿Pero quién eres? ¡Déjate ver!

A lo mejor estás leyendo tan tranquilo sin percatarte de tu unicidad.

Ya los escritores son más numerosos que los lectores, y dentro de poco serán los escritores quienes le pidan un autógrafo al lector, decía Shane hace mucho tiempo.

Pero ahora ha quedado un solo lector: Tú. Que Dios te conserve en tu gloria.

Borges decía: no estoy orgulloso de los libros que he escrito, estoy orgulloso de los libros que he leído. Otros tiempos. Ya nadie lee. Ni siquiera los críticos, que sostienen que si tuvieran que leer un libro para después reseñarlo se verían influenciados a la hora de emitir un juicio, estarían condicionados por lo que han leído; en suma: no podrían escribir lo que quieren porque ellos también, justamente, quieren escribir, no leer.

A lo mejor porque fuimos hechos a imagen y semejanza de nuestro Creador. De hecho, es verdad que el Padre Eterno nunca leyó un libro, pero escribió uno. En el cual nos indica la vía infalible para vivir en paz. Y por cómo anda el mundo se entiende, una vez más, que nadie lo ha leído.

Sí, ya nadie lee.

Ni siquiera los corectores de pruebas (si encuentras escrito correctores con una sola

"erre", ésa será la prueba).

Por lo tanto, amado lector, ¡que Dios te bendiga una vez más! Porque estás leyendo. ¡Y un guión, como si fuera poco! ¿y qué es un guión? El guionista es como el Espíritu Santo. Aquel que insufló en el alma de Dios todas las tramas, todos los enredos, los diálogos, y leyó la Eternidad para luego escribir lo que el autor ha realizado en siete días. Y desde entonces no hacemos más que repetir. A lo mejor es por eso que ya nadie lee. Porque ya todo fue dicho. Y también que ya todo fue dicho también ya fue dicho. Nada hay nuevo bajo el sol, decía Kohelet [el narrador del Eclesiastés, N de T]. Habrá que ir encima para ver si hay alguna novedad.

Pero la novedad, dijo Prévert, es lo más viejo que existe. Entonces hagamos la prueba de renovar algo con la vanguardia. Pero Gore Vidal dijo que el mundo cambia, menos la vanguardia. ¿y entonces? ¿Qué hacer?, como decía Lenin. iAh! De ahí no se sale. Si no tuviese que pagarle los derechos de autor a Cambronne, me pondría a gritar: "iMierda!" [Pierre Jacques Étienne, vizconde Cambronne (1770-1842), general francés, a quien se le atribuye una frase célebre durante la batalla de Waterloo: cuando fue conminado a rendirse por tropas británicas, habría contestado con la palabra que desde entonces se conoce, justamente, como "la palabra de Cambronne": "Merde!". N de T].

Pero tú, bendito lector, que no tienes nada que hacer, puedes creerme si te digo que esta novela, hija como es de mi pensamiento, es la más bella, la más brillante, la más genial que imaginarse pueda. Pero no pude escapar a las leyes de la naturaleza, en la que cada cosa produce otra similar a sí misma. El autor debe solamente aprovecharse de la imitación; y tanto más perfecta será la imitación, tanto mejor será lo que escriba (Miguel de Cervantes, Don Quijote, 1, Prólogo).

Incluso Picasso dijo: "Yo no imito: copio".

Entonces, querido lector, gocen de este maravilloso guión que, como toda obra de arte que se precia de ser seria, narra la génesis de su propia creación, como dice Jakobson.

Sí, porque nosotros también copiamos todo en este guión escrito, como diría Vincenzo Cerami,

a cuatro manos con Roberto Benigni. A esta altura nos hemos vuelta como la diosa Ecxo, aquella que era incapaz de hablar, que no podía hablar cuando se le hablaba, que sólo podía repetir la última palabra de su interlocutor, dijo Ovidio.

De modo que tiene razón Karl Kraus cuando dice: ¡Quien tenga algo que decir que dé un paso adelante y cierre la boca! Y es el mismo Kraus quien sostiene que la lengua es un sistema de citas. ¡y yo lo cito! Quiero hacer como Henry James, que maravillosamente dijo: mi mente es tan pura que no la ha ensuciado ninguna idea.

También Walter Benjamin soñaba con publicar un libro hecho enteramente en base a citas: "A mí me falta la originalidad necesaria", le respondió George Steiner. Pero a él también le hubiera gustado.

De hecho, inmediatamente después del creador de una buena frase viene, en orden de mérito, el primero que lo cita. Y aunque alguien puede no estar de acuerdo con este pensamiento de Ralph W. Emerson, como por ejemplo Roland Barthes, que dice que no se puede reproducir lo que ya ha sido dicho sin experimentar cierto sentimiento de culpa, es indudable que la mera extracción de una cita, el contexto en el cual ha sido inserto, el recorte que hago, la transforma y la vuelve mía, como ha observado Michel Butor.

De lo contrario, ¿qué harían autores de la talla de Paul Celan, que dijo: "Nunca supe inventar"?

Tú, querido lector, creo que estarás de acuerdo conmigo. Entre otras cosas, porque las objeciones a menudo nacen del hecho que quien las hace no ha sido aquel a quien se le ocurrió la idea que ahora ataca. De hecho yo no tengo nada que objetar a esta idea que acabo de exponer, que es de Paul Valéry. Justamente por esta razón ni siquiera me roza la idea de que tener ideas, porque además de ser atacados uno se expone a ser citado, tanto para citar un pensamiento de Jean Rostand. No, no, estoy de acuerdo con Guido Morselli: sólo quiero conocer lo que ya conozco. Sobre todo porque estoy seguro de que si alguien, hoy, dice algo nuevo, eso quiere decir que lo leyó en alguna parte, leí en un libro de Kraus. Está bien, termino aquí porque me acabo de acordar de que los espartanos, a los embajadores de Sarnas que habían pronunciado un largo discurso, les dijeron: "Nos olvidamos del principio; por eso no hemos comprendido la conclusión. Esto, al menos, es lo que cuenta Plutarco.

El lector me perdonará y se verá finalmente libre de leer esta maravillosa historia donde, como ha confesado Eco, el divo, a propósito de El nombre de la rosa, no hay en ella una sola palabra que sea mía. Y con esto, querido lector, concluyo. Dios te dé salud y que no se olvide de mí. Vale.

PD: Esta última frase es de Cervantes (Don Quijote, 1, Prólogo), citada por Stendhal en Rojo y negro.

(fin)

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