Mi colega periodista y pastora evangélica Claudia Florentín hace un análisis de las dos postulantes con mayores chances en la elección del 28 de octubre en la Argentina, desde una visión de género, un punto de vista que ha escaseado en los grandes medios de comunicación argentinos. Publicado el 25 de octubre de 2007 por la agencia ALC.
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Elección presidencial con nombre de mujer
Me han dicho “¡Qué bien dos mujeres candidatas a presidenta en Argentina!”. Para mí, que sea una mujer la que ejerza el gobierno no hace a ese proyecto de Nación, plural, diverso y con metodologías participativas. Se necesita mucho más que una cuestión biológica para hablar de políticas que permitan un cambio en la postergada realidad de las mujeres. Hay que distinguir el hecho de que una mujer logre un cargo político y eso le de ascenso personal, a que su ascenso tenga repercusión sobre la realidad del colectivo de mujeres y permita el empoderamiento.
Sí es plausible que la sociedad argentina se anime a votar a dos mujeres, cuando hace apenas 5 años hubiera resultado muy difícil aún pensarlo. En el mundo el panorama no varía demasiado; el Informe mundial de Social Watch revela que sólo hay una docena de mujeres elegidas entre 200 jefes de Estado. Quisiera hacer un somero análisis de las dos mujeres que se presentan como las principales candidatas a la Presidencia de la Argentina.
Cristina Fernández de Kirchner: es candidata por el Frente para la Victoria, el partido creado por su esposo, el actual Presidente de la Nación, y que reúne fundamentalmente a peronistas que le son afines y un sector dirigente de la centenaria Unión Cívica Radical (UCR). Cristina es abogada, tiene 54 años y una larga trayectoria que se inicia en la Juventud Peronista de la década del 70.
La primera dama es todo un tema de discusión en la sociedad argentina. Hay quienes dicen que siempre llegó detrás de su esposo, que llegó por él, que está porque es “esposa de”. Yo creo que no, que ella llegó por méritos propios. ¿Cuales méritos? La inteligencia y la astucia, el manejo de poder, y el de saber formar y mantener una pareja política donde, como siempre en el peronismo, él es que debe llevar la banda, o por lo menos, llevarla primero. Otros casos; Evita e Hilda Duhalde. El peronismo es, como casi todo en la política vernácula, profundamente machista y patriarcal. Quien llega al poder es porque sabe negociar, y se sabe que para negociar siempre hay que resignar cosas. Y las mujeres históricamente resignamos el doble, como nos cuesta todo el doble.
Cristina a mi ver resignó espacios durante estos años, espacios públicos digo, porque sabía que armaba así su estructura sin herir el orgullo del macho. Los espacios que resignó no sé cuanto le costaron en lo personal, pero en este tema no creo que a ella le pese llegar después que Néstor....son reglas del juego de la pareja poderosa. Además, ¿quién en el peronismo habría aceptado a Cristina como candidata hace 5 años?
Aún aceptando lo antes dicho, no me gusta que digan que llegó a la sombra del marido y usando los recursos políticos de su esposo gobernador para ascender. En todo caso acordemos que los dos usaron siempre los recursos del estado porque, como todo político argentino, es desde la plataforma que nosotros le damos con el voto que siguen ascendiendo. No hay ética política en estos casos, aunque debería haberla. Si hubiera sido al revés la historia no se si se atreverían a decir que él llegó a la sombra de ella. Siempre somos las mujeres las sospechadas de “trepadoras” o manipuladoras. Hace un tempo empezó a circular el rumor de que la senadora vivía con medicación psiquiátrica, que necesitaba tiempos para descansar, que era “histérica”. No recuerdo que de algún otro presidente o candidato se hayan dicho comentarios similares. Cuando las mujeres, bien o mal, de acuerdo o en desacuerdo, nos ponemos a trabajar y a intervenir, somos calificadas de “locas”. ¡Y mire que hemos tenido hombres con características para psiquiátrico!
El cuidado por la estética es una de las características de Cristina Fernández que es aprovechado por sus detractores para tacharla de frívola y superficial. Cuando la candidata Carrió no cuidaba su aspecto físico, se la tildaba de “abandonada”; cuando Cristina se arregla, a su gusto y placer, es “frívola”. Otra característica de la lectura sesgada de nuestros actos que debemos soportar las mujeres.
Cristina no habla de Dios; no recuerdo haberle escuchado términos religiosos. El gobierno de su esposo se ha caracterizado por las peleas con la jerarquía católica. En temas urticantes de la agenda de las mujeres, que casi siempre se riñen con la moral religiosa de la mayoría, Cristina no sale del molde: está contra la despenalización del aborto y no emite opinión sobre otros ítems espinosos. Prefiero ciertamente que los candidatos no hablen de Dios o de la fe en vano, como lo han hecho en pasado tantos candidatos que supimos conseguir.
Yo afirmo que Cristina es machista, y aunque ahora haya cambiado el discurso hablando de “nosotras, las mujeres”, sus recursos, metodologías y políticas no tuvieron nada de visión de género.
Sus discursos fueron mutando al ritmo del avance de la otra candidata: Elisa Carrió. Cristina decía al principio: “nunca he concebido al género como un espacio de confrontación, yo creo en el espacio del género como en un espacio de articulación y cooperación del otro”; meses después afirma: “queremos espacios, porque nos lo merecemos, hemos demostrado talento, fuerza y coraje, y vamos por los lugares que las argentinas nos merecemos”.
La mirada de género no nos nace de la noche a la mañana, es un largo y arduo camino de auto conocimiento, reflexión, luchas, dolores y alegrías, deconstrucción y empoderamiento, y yo no creo que Cristina haya hecho precisamente ese camino.
Elisa Carrió: La llaman “Lilita”. Es líder de la centrista Coalición Cívica, integrada por Afirmación para una República Igualitaria (ARI), Unión por Todos, radicales disidentes, peronistas, socialistas y demócratas cristianos.
Es abogada, tiene 51 años y proviene originalmente de la Unión Cívica Radical, de la cual se cansó en el 2001. Creó un nuevo espacio político, el ARI, con el que logró reconocimiento popular, especialmente con sus anuncios y denuncias que la hicieron temida entre políticos de toda talla.
Carrió se ha rodeado en los últimos tiempos de profesionales que llevan años de lucha por los derechos de las mujeres. Ella misma, en un discurso en el Parlamento mientras se discutía la Ley de Salud Reproductiva decía: “Quiero aclarar que hablo como feminista y por el derecho de las mujeres a ser personas. Esta es una ley que incumbe a las mujeres de este país y por eso es que puede ser objeto de tantas presiones e indiferencia. La presión, la indiferencia y el desconocimiento han sellado la herencia de la cultura machista sobre las mujeres. En esta concepción, el cuerpo de las mujeres -no solo su mente- ha sido objeto de dominación. En consecuencia, se puede establecer una clara diferencia entre la autonomía de la libertad de los hombres y el destino de las mujeres. Los hombres siempre pudieron decidir. Las mujeres siempre llevaban en sus cuerpos un destino. En consecuencia, las mujeres no tenían toda la libertad de la que gozaban los hombres.”
Profundamente católica, Carrió se ha pronunciado en contra del aborto, rosario en mano. Su perfil religioso la ha colocado cercana al Primado argentino Jorge Bergoglio, enemigo acérrimo del gobierno actual. No tengo problemas en que una candidata diga que es creyente, pero la ostentación que Carrió hace de cruces y vírgenes me ha generado molestias; tal vez porque siempre me despertaron suspicacias las personas que se cuelgan cruces como si eso significara algo en la praxis de fe. Si llega a ser presidenta, deberá tener mucho cuidado con los mensajes gestuales y simbólicos para proteger y fortalecer el estado laico que queremos.
Como mujer, Carrió se vio enfrentada cientos de veces a la cuestión estética. En una sociedad que enloquece por el talle, los modelos y la extrema delgadez, su figura contundente generaba risas, burlas y comentarios del tipo, “la gorda Carrió”. En varios momentos de su carrera política, sin dar importancia a las groserías y banalidades, se enorgulleció de su figura y no le dio importancia alguna al aspecto físico. De todos modos terminó adelgazando y mejorando su aspecto, creo yo que presionada por la imagen pública que no sabe separar, en el caso de las mujeres, la paja del trigo. Nadie critica al candidato Lopez Murphy por tener panza o a Lavagna por estar calvo.
Considero que Carrió ha hecho un camino que le permitiría entender mejor cuando pedimos colocar en la agenda nacional los temas de las mujeres; pero temo que varios aspectos de su formación le impidan ver con la pluralidad necesaria, en un país de corte católico pero con una diversidad cada vez más creciente.
La Argentina votará, el próximo domingo, entre más de diez candidatas y candidatos. Más allá de las broncas, las indecisiones, los temores y las certezas, me siento profundamente agradecida a Dios por la oportunidad de votar y por poder enseñar a mis pequeños hijos que en la democracia, aún con todo lo que falta por mejorar, hombres y mujeres tenemos posibilidades de elegir y ser elegidas.
(fin)
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