domingo, octubre 22, 2006

Viajar en tren

Quien ha pasado por la experiencia de viajar en algún tren de pasajeros porteño en una hora “pico” podrá reconocerse en este relato del periodista Miguel Wiñazki, publicado en Clarín.com el 5 de octubre de 2006. Una pintura de lo que vivimos millones de personas todos los días, en esta ciudad y en otras urbes,

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Viajar en tren

En el Sarmiento, en Liniers, entra una multitud e intenta salir otra multitud de los vagones. Casi nadie logra bajar. Triunfan los que ingresan como una tromba.

Los que no pueden bajar, permanecen triturados allí dentro, una estación mas arriba del tren es una eternidad. Y después hay que esperar otro tren en sentido contrario para volver a Liniers. Dan ganas de llorar.

En Merlo, yendo al centro a las seis de la mañana anuncian que "el próximo tren a Once llegará con 25 minutos de retraso". Subir , si es que llega, será una odisea. Siempre es una odisea.

Un hombre entra a un vagón del San Martín y canta pero no se entiende lo que canta. No es otro idioma, es una gramática quebrada. Canta y toca la guitarra. Es ciego. Canta "Yo tengo unos ojos negros". Pero no toca la guitarra, rasguea de manera persistente, fuerte y sin armonía

Detrás de él, en procesión, advienen mendicantes varios, reparten íconos diversos, o chocolatines, o papeles escritos invocando sus dramas reales, tremendos . A muchos les falta una pierna, o un brazo.

A las seis de la tarde los altoparlantes de la Estación Caseros del San Martín, propalan a viva voz una consigna que nadie cumple: "Está prohibido viajar en los estribos". La gente se cuelga desesperada. Flamea cuando el tren cobra velocidad.

Entro a un bar en Constitución. En una mesa de fórmica una mujer y un hombre mientras una pizza. Toman cerveza. Tardan veinte minutos. No hablan una palabra. En una televisión de un rincón, emiten un programa de chismes de la farándula o algo así.

La multitud fluye desde la Plaza hasta la Estación, asciende de los subtes, desciende a ellos. Espera pacientemente en las colas. Así todos los días. Todos.

Camino a La Plata, tarde, vándalos de dos hinchadas rivales de fútbol, arman una gresca brutal arriba del tren. Sacan navajas. Le arrancan un escapulario a una señora mayor. Y su gorro a un hombre humilde, parece albañil. O quizás plomero cuentapropista.

En un furgón de un ramal a Mercedes, varios hombres juegan al truco. Gritan "quiero", y "envido" y las voces se entremezclan. No juegan un sólo partido.Hay varios grupos jugando. Es de noche. Vienen viajando desde la Capital. Hacia donde viajaron por lo mañana.Hacia donde viajaran al día siguiente.

Y a pesar de todo, y después de todo; juegan.

¿Por qué estamos condenados a sufrir ese horrible peregrinaje, abigarrados, demorados, humillados y ofendidos ?

¿Por qué?

(fin)

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