Actitudes y expresiones de un cineasta genial y un brillante deportista motivan estas reflexiones del periodista Marcelo A. Moreno, publicadas el 1 de junio de 2006 por el diario Clarín, de Buenos Aires. La entrevista citada al deportista fue publicada dos días antes por el diario El País, de España, y reafirma mi admiración por Rafael Nadal.
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Difícil elección entre Nadal y Bergman
Ingmar Bergman, ¿qué duda cabe?, ya está en la historia del cine. De su vasta filmografía, sólo mencionar obras supremas como El séptimo sello o complejos esoterismos como Persona vuelven poco discutible la afirmación.
El director, de 88 años, participó hace más de un año en un programa sobre música de una radio sueca. Y planteó una pregunta a los oyentes, ¿de dónde viene la música?
Llovieron los mails. Animada, la animadora dijo que las respuestas de los oyentes se reunirían en un libro. Recibieron 600 correos en papel y cerca de 300 electrónicos. El material se le remitió al cineasta. Pasado un tiempo, le reclamaron a Bergman la correspondencia. Comunicó que la había quemado.
Es decir que no se trata aquí de negligencia —la olvidó, la traspapeló, se le perdió— sino de un acto voluntario, la decisión soberana de destruir.
Se puede intentar explicar semejante ofensa masiva por la edad. Quizá Bergman esté senil. O quizá su dilatado ego haya gozado en infligirle una extraña maldad a tantos.
Rafael Nadal, ¿qué duda cabe?, ya está en la historia del tenis. Número dos del mundo, a los 20 años gana millones y deslumbra con su zurda en Roland Garrós.
En un reciente reportaje, cuando le preguntan por Federer, número uno del tenis, dice: "Es mejor que yo. Juega más agresivo, tiene más facilidad en la volea, saca mejor, tiene más recursos. Mi única posibilidad es desesperarlo, que se de cuenta que deberá ganarme el punto varias veces." Y no para de hablar bien de su archirrival: "es un gran jugador en la pista y una excelente persona fuera de ella.".
Al final, lo interrogan si sueña con tener un gran coche, una mansión. Responde: "Nada de eso. Tengo una casa que me regaló un patrocinador. Y un Mercedes que gané en Sttugart y que aún está allí. Mi ilusión es ser feliz. Tener un barco pequeño para poder ir a pescar y...poco más. Ni tener el mejor móvil, ni el mejor ordenador, ni nada de todo eso. No me hacen falta."
Si bien es difícil —sino imposible— comparar a un artista descomunal y anciano con un talentoso deportista muy joven, acaso el lector acuerde con quien escribe que quizá nuestras sociedades serían más amables y hospitalarias si en ellas abundaran los Nadal y escasearan los Bergman.
(fin)
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