Recuerdos urgentes de 1976>>
> >
La noche del 23 de marzo de 2006, mientras aguardaba en la estación Colegiales al tren que me llevaría de regreso a casa, luego de un extenso día de trabajo, repasaba algunos textos leídos durante esta semana, referidos a los 30 años del inicio de la última dictadura militar argentina, que se cumplirían al día siguiente, y que te compartí en recientes envíos por esta lista.>>
La lectura de esas notas y columnas de distintos autores funcionaron como percutores de la memoria. Y mientras los trabajadores "cartoneros" y los grupos familiares que los acompañan se apelotonaban en el andén, esperando el denominado "Tren blanco" (una jaula ferroviaria propia de la película "La lista de Schlinder"), garabateé algunos recuerdos de experiencias vividas hace tres décadas.>>
No esperes aquí análisis estructurales y opiniones sesudas o profundas. Son impresiones personales en crudo, imágenes que aparecen cuando puse a trabajar a la memoria. >>
Ya en casa, y mientras en la compactera suena el "Totenfeier", ese extenso, dramático y lúgubre primer movimiento de la sinfonía 2 de Mahler que mañana escucharé en el Teatro Colón, en la función especial por el aniversario del golpe de 1976, comienzo a desgranar estos recuerdos:>>
El 24 de marzo de 1976 desperté en mi dormitorio bien temprano. Unos pocos días antes había comenzado el 7º grado del ciclo primario, en la Escuela Mariano Acosta. Era una mañana algo gris en Buenos Aires. Ruth Acuña, una amiga de mi familia, que estaba parando esos días en casa, escuchaba en la radio marchas y música clásica. No recuerdo las palabras textuales que dijo, pero me confirmó la llegada del golpe militar. Mi madre, algo ducha a esa altura de sus entonces 44 años en cuanto a las conductas a asumir en medio de golpes militares, ordenó que mi hermana, de 9 años, y yo no fuéramos a la escuela.>>
Los años previos al golpe habían sido enrarecidos. Vivía en un hogar antiperonista (aunque mi abuela armenia era una simpatizante peronista), por lo que era bien recibido todo aquello que podría significar un viento que alejara al aquelarre del gobierno surrealista de Isabel Perón, secundada durante un tiempo por el mefistofélico López Rega, y por un gabinete ineficaz (que supo integrar el actual diputado nacional Carlos Ruckauf), más los terrorismos de Montoneros y de izquierda y la ultraderecha de la Triple A, y la inflación provocada por el "Rodrigazo". >>
La cosa, escribiendo mal y pronto, es que el golpe fue bien recibido, para poner fin a ese hastío. A tal punto que al mes siguiente, abril, el maestro de Lengua, Jorge Butera (hasta hace poco rector del Mariano Acosta), pidió en clase que escribiéramos una composición sobre "el nuevo tiempo que vivía la Argentina". Desde mi más inocente candidez escribí unas 20 y pico de líneas a favor del régimen, esperanzado en el orden que impondrían en el país Videla y su compañía de asesinos, y en la expansión económica del plan del ministro José Alfredo Martínez de Hoz. La composición fue leída ante toda la clase por Butera. Me puse colorado, pero no por tomar conciencia de lo escrito sino por mi profunda timidez.>>
Esas sensaciones de la preadolescencia fueron rápidamente cambiadas por algunos sucesos. Reinaban en ese tiempo la censura y al silencio mediático en torno a las masivas detenciones y desapariciones de personas. Te recuerdo que en esa época existían sólo 4 canales de TV, y no había TV por cable ni Internet.>>
No recuerdo bien el año, si fue en 1976 o 1977. Mi madre viajó imprevistamente a Bahía Blanca. Habían detenido al hermano menor de ella. Luego de varios días de gestiones, lograron sacarlo de las fauces del general Acdel (sí, Acdel, no Abel) Vilas, amo de la vida y de la muerte en esa ciudad del sur de la provincia de Buenos Aires. Mi tío, Braulio Raúl Laurencena (la persona a la cual mis parientes aseguran que me parezco más en el mundo) estuvo a un tris de ser uno más de los desaparecidos. Su "pecado", según me enteré tiempo después, fue autorizar un año previo al golpe la realización del sepelio de un dirigente estudiantil de izquierda en la entrada de la facultad de bioquímica, de la cual era decano. El diario La Nueva Provincia lo "escrachó" en tapa. Por supuesto, estaba en las listas negras de la Armada, la fuerza que comandaba Emilio Massera. Luego en democracia se dio el gusto de la revancha de ser elegido como rector de la Universidad Nacional del Sur.>>
Al regreso o antes de ese viaje a Bahía Blanca, se registró en mi memoria algo terrible. Una noche mi madre, desesperada luego de una conversación telefónica con algún pariente en esa ciudad donde se crió, llegó al departamento y nos pidió a mi hermana y a mí que la ayudáramos para una espantosa tarea: Lanzar al incinerador (Explicación para los jóvenes de menos de 30 años que leen esta lista: El incinerador era un conducto que recorría todos los pisos de un edificio, por el cual se lanzaba la basura de cada departamento. Todo confluía en un depósito en un sótano. Allí , el portero o encargado del edificio quemaba una vez al día la basura, cuyo humo salía por una chimenea en la azotea). Bueno, retomo el relato: Mi madre, mi hermana y yo arrojamos por el incinerador libros y libros y papeles y correspondencia de mi padre (un pastor evangélico fallecido en 1973) que podrían ser sospechados por los militares como demostración de alguna filiación "subversiva" de mi familia. Marx, Engels, todo lo que oliera a socialismo o "subversión" fue a parar al incinerador. Aunque le dolía profundamente, porque en esos papeles vibraba parte de la vida de la persona que más amó, mi madre no dudó en despojarse de ellos. Yo no entendía mucho, aunque suponía que en eso se le iba a la vida y la de mi hermana y la mía. Sólo agradecí que los discos de vinilo de The Beatles y el atrevido para la época "Sticky Fingers" de The Rolling Stones hubieran sobrevivido a esa locura, además de mis libros de Julio Verne y Emilio Salgari y Mark Twain.>>
Al poco tiempo, una noche de un día de semana, volvíamos a casa mi madre, mi hermana y yo. Mientras esperábamos la luz verde para cruzar la avenida Rivadavia, a pocos metros del edificio donde vivíamos, observamos la llegada de varios Falcon ante un edificio. Cruzamos pero la curiosidad pudo más. Nos detuvimos en la esquina de Virrey Liniers y Rivadavia. De un edificio de Rivadavia al 3500 un grupo de hombres de anteojos oscuros salió llevando a los golpes a otro que tenía los ojos vendados con algo blanco. Éramos los únicos testigos del operativo. Huimos caminando rápido hacia al edificio. Vimos por Virrey Liniers pasar una caravana de tres Falcon. Aterrados nos quedamos quietos contra la pared de una casa, esperando que esa caravana de la muerte siguiera ignorando nuestra presencia hacia Rivadavia .>>
Podría seguir contándote más y más recuerdos que anoté en la estación esta noche. Te enumero algunos:>>
La anomia evangélica de ese tiempo (luego me enteré de algunas honrosas excepciones, que lamentablemente no se registraron en el sector donde me congregaba en ese tiempo, que se enfrentaron al régimen): En 1977, mientras arreciaba la represión, un festival "Juventud 77" o algo parecido, en el estadio Luna Park, con el inefable Luis Palau. O en 1981, un congreso de los jóvenes bautistas donde miles de personas aplaudieron una carta de saludo enviada por el dictador Roberto Viola.>>
En 1978 fui testigo directo de esa puesta en escena propia de nazis que fue la ceremonia inaugural del mundial de fútbol en el estadio de mi querido River… También salí a la calle a participar en los festejos multitudinarios del campeonato, donde no se escucharon consignas contra la dictadura. "La fiesta de todos", un panegírico film del mundial, donde están entre otros el fallecido Néstor Ibarra y Diego Bonadeo…>>
En 1979, cuando la Argentina ganó el Mundial de fútbol juvenil en Japón, un viernes a las 7.00, las autoridades del Mariano Acosta, donde nos habíamos juntado a ver el partido (en junio próximo el cuadro se repetirá en muchas escuelas con el Mundial de Alemania…), nos dieron permiso para salir a celebrar con una condición: Ir con nuestros preceptores a la Plaza de Mayo. Allí nos quedamos hasta que Videla salió al balcón a saludar…>>
Las calcomanías de "Los argentinos somos derechos y humanos"; los "oscurecimientos" (apagones programados) de la ciudad, cuando estuvimos a punto de entrar en guerra con Chile por tres islotes pelados en el canal de Beagle; la locura consumista de la "plata dulce" (ver la película homónima con Federico Luppi, filmada en democracia), gracias a la cual se viajaba al exterior y se traían electrodomésticos en cantidades masivas (el "déme dos").>>
En 1980 mi primera aventura periodística junto a dos amigos en el colegio terminó cuando me suspendieron y me forzaron a repetir el cuarto año de la escuela secundaria. ¿Qué habíamos hecho? Un boletín estudiantil donde denunciábamos con el desparpajo adolescente y cierta ironía las "violaciones a los derechos humanos" de los alumnos, como ser la falta de calefacción, de tizas, etc. Nada con connotaciones políticas, bah, sólo para tomarle el pelo a las autoridades, unos energúmenos que abrieron un sumario y que dieron intervención a la policía. Gracias a la gestión de un tío que, por esas casualidades de Dios, presidía un congreso internacional de arquitectura en esos días en Buenos Aires me libré de algo peor… que sólo Dios sabe.>>
Miro la libreta y hay más recuerdos anotados. Otro día la seguiré. Además, la dictadura pervive a pocos metros de donde estoy. En una casa lindera a la mía, en Olivos, reside Jorge Olivera, un oficial del Ejército acusado de secuestrar, violar, torturar y asesinar a una joven francesa en San Juan en 1977. Detenido en Italia por pedido de Francia a fines de la década del 90, logró, gracias a una trampa judicial, escapar de Europa en 2000. Este ex abogado defensor de Suárez Mason, uno de los principales barones de la muerte durante la dictadura, vive enemistado con nosotros, en especial con Cristina, porque mi esposa, con valentía, salió por los medios a denunciarlo, mientras el resto de los vecinos hacía mutis por el foro… >>
El 24, antes de ir al Teatro Colón marcharé a Plaza de Mayo junto a Cris en la columna de mi sindicato, la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA), para reclamar juicio y castigo, y para mantener viva la memoria, y declarar "Nunca más". >>
Buenas noches.>>
> >
(fin)>>
viernes, marzo 24, 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario