miércoles, septiembre 24, 2008

Por qué quiero tanto a Roger




Por fin alguien (o algunos, mejor dicho) pudieron expresar en palabras las razones por las cuales desde hace cinco años llegó a dedicar hasta siete horas seguidas, como pasó este año con la histórica final de Wimbledon, a quedarme delante de un televisor, gozando con un artista disfrazado de tenista. Me refiero a Roger Federer, aunque debo reconocer que también ocurre lo mismo con el maravilloso y esforzado Rafael Nadal. Ellos despiertan la misma admiración que en su momento expresé por otros genios del deporte como el basquetbolista estadounidense Michael Jordan (pasaba madrugadas enteras viendo sus finales en la NBA) o nuestro más cercano Diego Maradona, en sus épocas de gloria deportiva.
Pero volvamos a Federer y Nadal. En esta nota, publicada en el diario porteño La Nación el 24 de septiembre de 2008, el periodista Ezequiel Fernández Moores, en mi opinión el mejor cronista deportivo del país junto a Ariel Scher, glosa en realidad un análisis que hizo el escritor estadounidense David Faster Wallace sobre el suizo titulado “Federer como experiencia religiosa”. La nota de Fernández Moores, “La belleza del tenis”, refleja muy bien en varios párrafos lo que siento cuando admiro a estos artistas.

.-.-.-.-

La belleza del tenis

"¿Has leído alguna vez a Homero?", pregunta Barbara Hershey.
"Si no es cronista deportivo no", responde Robert Redford.
Roy Hobbs (Redford) es una estrella del béisbol y Hershey, su amante. Emocionada tras un partido, ella intenta hablarle a él del poeta de la Antigua Grecia, que "escribía sobre dioses y héroes" y que "si hoy hubiera estado aquí -dice Hershey-, habría escrito sobre béisbol". Ocurre en el filme El Mejor (The Natural), de 1984, de Barry Levinson. Si todos fuéramos como Hobbs y leyéramos sólo algunas crónicas deportivas, tal vez creeríamos hoy que, como lo sugieren numerosos informes, la final de la Copa Davis Argentina-España de noviembre próximo será poco menos que una guerra. El torneo, es cierto, debe su nombre a Dwight Filley Davis, gran jugador de tenis, y también Ministro de Guerra de Estados Unidos en la década del ´20. Pero una final de Copa Davis no es una guerra. Habrá pasión, emoción, clima caliente y lunáticos que griten tonterías. Pero no la connotación bélica que le dan aquí algunos que se ponen eufóricos porque Argentina jugará la final con hinchada propia, como si fuera un ejército armado. O quienes exageran en España y dicen que el caliente público argentino será aún más difícil que David Nalbandian o Juan Martín Del Potro. No citaremos a Homero, como quería hacer la Hershey con Redford. Pero sí a David Foster Wallace. El gran escritor estadounidense que se mató la semana pasada, agobiado por la depresión, fue campeón regional de tenis en su juventud y escribió, entre sus numerosos textos, uno de los artículos más bellos que puedan leerse sobre tenis. Su recuerdo sirve, por un lado, de homenaje póstumo a su autor y, del otro, para recordar que el tenis, lejos de una batalla sangrienta, es un deporte hermoso.
"Por razones que no se comprenden muy bien los códigos de la guerra son más seguros para la mayoría de nosotros que los del amor", concede Wallace. "La belleza no es el objetivo de los deportes competitivos, pero la alta competencia es un escenario central de la belleza humana". Wallace aclara que se refiere a un "particular tipo de belleza", que "podría ser llamada belleza kinestésica", que "no tiene nada que ver con el sexo o normas culturales", sino con "la reconciliación del ser humano con el hecho de tener un cuerpo". Esa kinestesia, o lenguaje corporal, según Wallace, alcanza su máxima expresión en el gran Roger Federer. No por nada, el artículo, publicado en 2006 en The New York Times Magazine, lleva por título "Federer como Experiencia Religiosa". Y destaca lo que el autor denomina "los Momentos Federer". Esos que, tras un golpe increíble, "tu mandíbula se cae y tus ojos se salen de órbita y emites sonidos que hacen que tu esposa llegue desde otro cuarto para ver si está todo bien. Los Momentos Federer son más intensos -dice Wallace- si has jugado tenis lo suficiente como para entender la imposibilidad de lo que acabas de ver que ha hecho". La TV repite jugadas en cámara lenta, brinda primeros planos y ofrece otras ventajas. Pero es "una ilusión de intimidad". No nos da la más mínima idea de la velocidad y la fuerza con que se ejecutan golpes tan precisos. Y, menos aún, sobre la inteligencia de Federer para crear ángulos. "La verdad es que el tenis por TV -dice Wallace- es al tenis real como lo es una película porno a sentir realmente el amor humano".
Wallace contrapone el tenis de fuerza, biomecanizado, de maratonistas de play-station, al juego "elegante" de Federer. A su "inteligencia kinestésica", esa "capacidad del organismo para determinar sus propios movimientos corporales", a los que compara con otros grandes como Muhammad Alí, Michael Jordan y Diego Maradona. Movimientos raramente atléticos, pero que les permiten contar siempre con un tiempo más pleno para golpear o lanzar balones que parecen más grandes y hacerlo siempre de modo balanceado. "Criaturas de cuerpos de carne y hueso, pero de alguna forma etéreos", resume Wallace. Su artículo casi no habla de Federer-persona (Para ello se recomienda otro formidable texto de Wallace del que podremos hablar en otra columna: "Cómo Tracy Austin me rompió el corazón", sobre la tenista precoz número uno del mundo en 1980, con 17 años, y rápidamente arruinada). El artículo sobre Federer habla de tenis. Es un tratado sobre topspin, comparación entre las viejas raquetas de madera y las nuevas de alta tecnología y de la evolución del juego. Y destaca que no basta con decir que Federer es un jugador de "primera clase". Sino que gana ante todo por "su inteligencia, su poder de anticipación, su sentido de la cancha, su habilidad para interpretar y manipular a sus rivales, para mezclar spins y velocidades, para desorientar y disfrazar, para usar previsión táctica y visión periférica y amplitud kinestésica en lugar de limitarse a un ritmo de rutina" y, finalmente, por "revelar los límites y las posibilidades del tenis masculino tal como se juega hoy día". No es que Federer deseche el trabajo físico. Hace pesas. Y una vez dijo que "entre el talento y trabajar duro" eligió "trabajar duro". Aún así, dice Wallace, Federer demuestra que la velocidad y la potencia son apenas el "esqueleto" del tenis actual, no la carne. Y que sigue "silbando a Mozarth en pleno concierto de Metallica".
Federer, que ahora sí se decidió a jugar Copa Davis, bien podría visitarnos por la "Ensaladera" en 2009. Nuestro próximo visitante será el "Rafa" Nadal. A él, justamente, cita Wallace como antítesis de Federer. Con su tenis de fondo de cancha, musculoso, marcial, y de festejos extrovertidos. Wallace escribió su extenso artículo luego de asistir a la final de Wimbledon que Federer ganó a Nadal en 2006. Tal vez, tras la victoria de Nadal ante Federer en Wimbledon 2008, Wallace habría podido escribir de modo más amplio sobre el español. Sobre esa tremenda fuerza de voluntad que, a despecho de su técnica inferior, le permite correr pelotas imposibles, ganarle a Federer en su superficie favorita y quitarle el número uno al que quizás sea el número uno de todos los tiempos. Con su sangre y temperamento latinos. Pero, igualmente, aceptando siempre el tenis más rico del suizo, sin quejas ante una derrota y sin siquiera haber roto una raqueta en toda su carrera. De ello se enorgullece su tío y entrenador, Toni Nadal. Entrevistado este lunes por Radio América, Toni Nadal confió en que los argentinos, jugadores y público, "sean gente educada" en la final de noviembre. Estudioso de la historia y del arte, Toni Nadal contó una vez que "a Rafa no le quedó más remedio que adaptarse" a su "forma de ver la vida". Que fue "duro" con él y lo educó "austero", porque "creerse alguien por jugar al tenis sería tan estúpido como creerse alguien por jugar bien al escondite". Y agregó: "Ya desde los tiempos de los filósofos griegos se cuestionaba de dónde venía la felicidad,y si se llegaba a ella por el trabajo o el placer. Los estoicos o los hedonistas. Yo -concluyó Nadal tío- creo que a la felicidad se llega antes por el trabajo y la disciplina".

(fin)

No hay comentarios.: