domingo, julio 01, 2007

No hay nada nuevo bajo el sol

Después de un mes de parate, por viajes y otros compromisos, retomo el envío de Kau Amigos, con una nota de opinión no apta para personas impresionables, aunque el tema es viejo como Caín y Abel. Si sacamos las proporciones, antaño se mataban más que hoy. Por lo menos en la vida de cada día, excluyendo las guerras. Y quizá Agamenón era incluso peor que Bush, afirma el escritor y semiólogo italiano Umberto Eco, en esta nota publicada por el diario porteño La Nación.

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Voy sentado en el tren leyendo el periódico cuando un señor a mi lado se me pone a charlar: "Hay que ver, ¿ha leído usted en qué tiempos vivimos? Seguro que ha leído hoy lo de ése que ha matado a su mujer que estaba embarazada. ¿Y lo de esos que hace algunos meses se cargaron a toda la familia de al lado porque tenían la radio un poco alta? ¿Y lo de la prostituta rumana que le clavó el paraguas en el ojo a una chica por una pelea de nada? ¿Y cuántas madres en los últimos tiempos han matado a sus hijos? ¿Y ése que acabó con su hija para impedirle que se casara con un cristiano? Pero, ¿qué es lo que está pasando?"

Yo le hago notar que, evidentemente, no lo sabe todo. Si hubiera leído con atención lo que he leído yo (posiblemente en Internet) se daría cuenta de que la lista no acaba ahí.

¿No había leído la historia aquella de Piacenza? Un tal Menini, para congraciarse con uno que debía asegurarle el éxito en su empresa, le entrega a su hija, sabiendo perfectamente que era uno sin escrúpulos y que se la despacharía, y luego se va tranquilamente a su viaje de negocios. Mientras tanto, como el marido está lejos, un prometedor gigoló, un tal Egidi, se pone a consolar a la Sra. Menini, se convierte en su amante, prácticamente se instala en su casa y, cuando el Sr. Menini regresa de su viaje, lo mata, naturalmente con la colaboración de la señora. [...] el hijo de Menini vuelve del extranjero donde está haciendo un Erasmus, mata al tal Egidi y luego, como no le parece bastante, se carga también a su madre. Qué fuerte, qué fuerte, suspira el señor.

¿Y lo de la Señora Medi de Molfetta? El marido la deja plantada, y ella para vengarse, como sabe que está loco por sus hijos, va y los mata. "La verdad es que ya no hay religión, se queda en nada eso de cortarse los testículos para darle un disgusto a la mujer, mire usted que cargarse a la sangre de su sangre para darle rabia al marido", se queja mi vecino , "pero, ¿serán madres, semejantes mujeres? Yo digo que es la influencia de la televisión, y de esos programas violentos que hacen los comunistas".

Insisto. A lo mejor, el señor no ha leído la historia del tal Croni de Saturnia que le corta los testículos a su padre y luego hace abortar a su mujer y se come los fetos. Dice el señor: "Estaría afiliado a una secta satánica, quizá de joven se dedicaba a tirar piedras a la autopista desde los puentes. Pero claro, vea usted, si es que justo en el periódico que está leyendo no hay más que elogios del aborto y del matrimonio entre travestis ..."

Hombre, mire, le digo, que la mayor parte de los delitos sexuales se verifica hoy en día dentro del núcleo familiar. Habrá oído lo de ese Lai de Battipaglia, que su hijo lo mató y luego se arrejuntó con la madre hasta que ésta no pudo aguantarlo más y se mató también ella.

Jesús, Jesús, dice mi interlocutor, ¿pero eran italianos o emigrantes? No, no, le explico yo; he hecho un poco de trampa con los nombres y los lugares. Eran todos griegos, y las historias no las he leído en el periódico sino en el diccionario de mitología. El señor Menini era Agamenón, que sacrifica su hija a los dioses para tener éxito con la expedición de Troya; el joven Egidi que lo mata es Egisto, y la mujer infiel era Clitemnestra, que a su vez es asesinada por su hijo Orestes. La señora Medi era Medea, el señor Croni era Cronos. El señor Lai era Layo, asesinado por Edipo, y la mujer incestuosa era Yocasta. Y son éstos los mitos que fundan nuestra civilización, no sólo las bodas de Cadmo y Harmonía.

El asunto es que, entonces, se escribía de vez en cuando una tragedia o un poema sobre estas historias, mientras que hoy en día los periódicos están atentos a cualquier hecho de crónica y llenan con sangre dos o tres páginas. Se calcula, además, que hoy somos seis mil millones mientras que entonces la población del mundo se limitaba a algunas decenas de millones. Si sacamos las proporciones, antaño se mataban más que hoy. Por lo menos en la vida de cada día, excluyendo las guerras. Y quizá Agamenón era incluso peor que Bush.

(fin)

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