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La nueva fiebre del oro será en el lecho marino
David Heydon dice que la roca que desenterró a 1.600 metros de profundidad en el mar frente a la costa de Papúa Nueva Guinea solo parecía un opaco hidrante de colón marrón. Adentro había vetas de cobre y oro por un valor de US$300.
Dos compañías que exploran los mares del Pacífico Sur con nuevos robots de control remoto confían en que rocas como esta iniciarán una fiebre del oro submarina por los miles de millones de oro que tapizan el lecho del océano.
La tendencia revierte las perspectivas de un método de minería que nunca fue económico.
“Deberíamos explotar el fondo del mar porque es el punto más común del planeta”, dice Heydon, máximo responsable de Nautilus Minerals Inc., con sede en Vancouver, quien relató detalles del buceo de dragado que supervisó en febrero. “Simplemente no es el más común para nosotros”.
Como los precios de algunos metales como el cobre y la plata se fueron a más del doble en los últimos tres años y los yacimientos en tierra menguan, los cazadores de tesoros de hoy desafían el escepticismo de los inversionistas, los equipos no probados y una historia de fracasadas aventuras oceánicas para montar la primera exploración comercial en una generación.
Nautilus y la londinense Neptune Minerals Plc han reunido más de US$50 millones y buscado socios como Barrick Gold Corp., el mayor productor de oro del mundo, y Canyon Offshore Inc., un fabricante de equipos para exploración submarina.
Tratan de aprovechar la creciente demanda de riqueza mineral. Las existencias de cobre, metal necesario para fábricas y la construcción de viviendas en las economías emergentes de China e India, han mermado a cerca de 150.000 toneladas en marzo pasado, desde 1,2 millones de toneladas en 2003, según el U.S. Geological Survey.
Potencial geológico submarino
Cuatro de los cinco mayores depósitos están en Chile. Satisfacer la creciente demanda hasta 2020 requerirá añadir a la oferta mundial 1.100 millones de toneladas, el equivalente de cerca de tres veces el metal contenido en Chile, dice el organismo.
“El potencial geológico submarino es pavoroso”, dice Tony O'Sullivan, que en mayo entró en Nautilus como director de operaciones tras cansarse de la búsqueda de nuevas vetas en tierra como jefe de exploración de metales básicos en BHP Billiton Ltd, de Melbourne.
Los mineros oceánicos tendrán que superar el temor de que las excavaciones dañen el ambiente y resulten demasiado caras como para que las empresas sean rentables. Las
acciones de Nautilus cerraron el 29 de septiembre en 2 dólares canadienses, sin cambios desde su oferta pública inicial en mayo, en tanto las de Neptune cayeron 41 por ciento a 14,75 peniques el 29 de septiembre desde su venta inicial de acciones en octubre de 2005.
Sentry Select Capital Corp. compró 1 millón de acciones de Nautilus, con la convicción de que la escasez en los suministros de metales probablemente persista. “Es cada vez más difícil encontrar grandes depósitos”, dice Laura Lau, una administradora de fondos de la empresa, con sede en Toronto, que administra 8.500 millones de dólares canadienses.
Riesgo “sustancial”
Ello no significa que el minado oceánico sea viable, dice Paul van Eeden, presidente de Cranberry Capital Inc., una empresa privada de inversiones de Toronto. Las grandes minas dependen de la extracción de rocas que rinden un grado consistente de metales, y es demasiado pronto como para decir cuán uniforme es el material del lecho marítimo, dice.
“Los riesgos son sustanciales”, dice. “Nada de esto ha sido probado”.
Para Simon McDonald, geólogo australiano que exploró en busca de minerales, petróleo y gas en tres continentes antes de fundar la londinense Neptune en 1999, la historia proporciona un mapa de ruta: empezar a buscar en el mar, como lo hicieron las compañías petroleras cuando los yacimientos fáciles de explotar comenzaron a agotarse hace 35 años.
“De momento, es nuevo y diferente, por lo que la gente es escéptica”, dice McDonald, de 44 años. “Pero no será tan solo un nicho”.
Minas a cielo abierto
En minas a cielo abierto, como la Escondida de Chile, de propiedad mayoritaria de BHP Billiton, el cobre es tan escaso que apenas un 1 por ciento de la roca que es extraída contiene metal. La obtención del mineral es una cuestión de escala: las minas más grandes, de hasta 4 kilómetros de ancho, pueden ser visibles desde el espacio. McDonald dice que puede haber concentraciones más ricas en el lecho marino.
En una zona del tamaño de varios campos de fútbol frente a las costas de Nueva Zelanda, la concentración de cobre fue de 8,1 por ciento, más de ocho veces el nivel de la mina chilena Escondida. El área oceánica examinada contenía 11,2 gramos de oro por tonelada, casi tres veces la concentración informada al 31 de diciembre por Barrick en su emblemática mina de oro a cielo abierto Goldstrike en Nevada.
Los depósitos submarinos se forman a lo largo de los 42.000 kilómetros del “anillo de fuego” que encierra al Pacífico como una banda de oro, desde Australia a través del Mar de Japón, pasando por la costa oeste de Canadá y hasta la punta de Sudamérica.
Un depósito típico puede contener de 5 a 10 millones de toneladas de mineral rico en cobre u oro, por un valor de hasta $7.000 millones a los precios actuales. Solamente un 5 por ciento de los peñascos submarinos ha sido explorado, por lo que probablemente haya muchos más depósitos, de acuerdo con un informe de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, con sede en Kingston, Jamaica, y que las Naciones Unidas estableció en 1982 para regular la minería marina.
(fin)
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