jueves, agosto 31, 2006

El mejor equipo en la historia del deporte argentino


El título suena desmesurado, pero para quienes seguimos a este seleccionado argentino de básquetbol desde la epopeya del Mundial de Indianápolis, es apropiado. ¿Por qué? Una respuesta la da el periodista Juan Pablo Varsky, en esta nota publicada en el diario porteño La Nación el 30 de agosto de 2006: “Este equipo de amigos, donde las victorias ayudaron a reforzar vínculos ya existentes, genera orgullo y admiración. Da placer verlos jugar y escucharlos hablar. Profesionales al ciento por ciento, nunca han perdido el espíritu amateur. Han ganado todo y todavía tienen hambre. A pesar del formidable crecimiento individual, el todo sigue siendo más que la suma de las partes”. En el Mundial de Japón que se está jugando en estos días al seleccionado le restan dos partidos (semifinal y final o por el tercer puesto). Aunque no te guste o no entiendas este deporte, te sugiero hacerte un tiempito y verlo. Es el mejor equipo en la historia del deporte argentino.

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El mejor equipo en la historia del deporte argentino

Ya se ha ganado un lugar en la historia, aunque pueda hacerla aún más grande. Desde aquel Premundial de 2001 en Neuquén, clasificatorio para Indianápolis, ha ido rescribiendo los libros de un deporte con enorme tradición en el país. La Argentina organizó y ganó el primer Mundial en 1950. Jugadores como Oscar Furlong, Leopoldo Contarbio, Ricardo González y Roberto Viau lideraron a un grupo que también fue cuarto en los Olímpicos de Helsinki ’52.

El paso del tiempo convirtió esa semilla en árbol y el juego se ramificó por todo el territorio: pre-mini, mini, infantiles, cadetes, juveniles, metropolitanos, provinciales, nacionales. Formativo y competitivo, el básquetbol tiene una base de jugadores, amateurs y federados, que asombra por su cantidad. Bahía Blanca se transformó en la capital y Alberto Mandrake Cabrera ofició de embajador de un lugar en el mundo donde en sus calles se respira básquetbol. Luego llegaron Ferro (gloria a Terry y Berry), Obras (aguante el jump shot de Vicente Pellegrino), la Copa Renato William Jones y el gran triunfo de la selección contra la poderosa Unión Soviética. Runcho Prato le ganó un salto al gigante Thachenko (2,20) y Tatote Pagella anotó el doble en el último segundo para el histórico 88-87 en la tercera Copa Intercontinental. 29 de agosto de 1979: día histórico…

Exactamente 27 años después de aquella inolvidable noche de Obras Sanitarias, este grupo de talentosos, humildes e inteligentes jugadores han puesto a la Argentina en la semifinal de un Mundial. Como el tiempo presente siempre achica la dimensión de lo que se está consiguiendo, vale la pena seguir usando la marcha atrás para darnos cuenta de la grandeza de este equipazo.

En 1990, el país volvió a organizar un mundial. Recibió y consagró a la Yugoslavia del croata Petrovic y el serbio Divac. El hoy extraordinario Luis Scola era un nene y limpiaba el parquet donde los universitarios Alonzo Mourning y Kenny Anderson mostraban su calidad que los llevaría a la NBA. Los árbitros ya no sabían qué cobrar para favorecer a un equipo que, con Campana de abanderado, llegó al meritorio octavo lugar. En 1994 fue noveno, con Wolkowyski y Dani Farabello entre los doce. En Atlanta ’96, sorprendió a la Lituania de Sabonis pero desencantó ante China. En Mundobasket ’98, el equipo incluyó a Manu y cumplió con el objetivo de llegar a cuartos (ahí perdió con Yugoslavia) pero después no pudo clasificarse para Sydney 2000. Y llegamos a ese Premundial 2001, donde empezaron a cambiar no sólo la historia del básquetbol, sino también la del deporte argentino.

El 4 de septiembre de 2002 estos fenómenos obligaron a los inventores del juego a darse un jacuzzi de humildad. Por primera vez, un seleccionado norteamericano integrado por los NBA perdió un partido. En un Mundial y en su casa de Indianápolis: 87-80 en otra noche histórica. Todavía no tenemos la exacta noción de lo que significó ese triunfo.

Luego perdieron la final contra Yugoslavia pero tuvieron la dorada revancha en Atenas 2004. "En Indianápolis, jugamos el mejor básquet pero no supimos ganarlo. En Atenas no brillamos pero sí supimos ganar", dijo el siempre lúcido Pepe Sánchez, licenciado en Historia y mejor base de Japón 2006. Ya están en semis, la tercera consecutiva en un gran torneo. Para este deporte, los Olímpicos son tan importantes como el Mundial. Este equipo de amigos, donde las victorias ayudaron a reforzar vínculos ya existentes, genera orgullo y admiración. Da placer verlos jugar y escucharlos hablar.

Profesionales al ciento por ciento, nunca han perdido el espíritu amateur. Han ganado todo y todavía tienen hambre. A pesar del formidable crecimiento individual, el todo sigue siendo más que la suma de las partes. Aplastó a Turquía y Ginóbili, indiscutida superestrella, sólo lanzó ¡dos! tiros de campo. El equipo no lo necesitó en ese rol y Manu interpretó lo que le pedía el partido. Como corresponde, ya están pensando en España, un rival al que le quieren ganar más que a cualquier otro. Pero este grupo, con Sconochini, Montecchia, Palladino, Victoriano, Magnano, Duró, etc… ya se ganó un lugar en el libro. Con todo respeto para los campeones de 1978 y 1986, para la generación de voleibol del gran Hugo Conte, para los títulos del hockey sobre patines y para las contemporáneas Leonas, este equipo ya es, sin dudas, el mejor en la historia del deporte argentino.

(fin)

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